28 de julio, 2017

La mejor bailarina del mundo es argentina

Étoile de la Ópera de París y recientemente galardonada con un Benois de la Danse como mejor bailarina, la argentina se reencuentra con su público de Buenos Aires

Ludmila Pagliero fue galardonada hace exactamente dos meses por un jurado notable, reunido en el Bolshoi de Moscú, que le han otorgado el Benois de la Danse, premio que en este arte es equivalente a un Oscar. Su caso es único en los tres siglos de historia del tradicional Ballet de la Ópera de París: nunca antes una latinoamericana había sido ungida étoile de esa prestigiosa compañía.

 

«Un buen bailarín es un bailarín con mucha pasión; una pasión que lo lleva a entregarse, en la búsqueda de mejorar y descubrir cosas nuevas siempre, incluso en obras que ya bailó cincuenta veces y que sigue haciéndolas con la energía y las ganas de la primera vez. Se necesita pasión como en la vida. Eso me gusta ver de un buen artista, no una estética ni una técnica.», alegó la bailarina.

 

Other Dances, la obra de Jerome Robbins que le valió el famoso premio -compartido con otra rioplatense, la uruguaya María Riccetto-, le dio a Pagliero esa libertad de ser uno mismo sin artificios. «No tengo miedo de dejar fluir esa locura, la inventiva y la emoción. Si en el momento de adrenalina, de salir al escenario, me encuadro en lo que hay que hacer, me limito. Entonces: pase lo que pase, hasta si me caigo, voy a dejar que fluya esa locura que me nutre de emociones. No sé si yo formo parte del grupo de «los extraterrestres», pero me insto a seguir ese camino de libertad, de hacer cosas que no había previsto, las que me van a permitir enganchar al público y disfrutar de ese instante presente, no de lo que programé hacer.»

 

Al preguntarle por cuál es su plan a futuro, respondió: «Desde que me nombraron étoile, en 2012, y por los dos primeros años, fueron todas novedades; ahora ya puedo empezar a proponer más qué hacer. Sé hacia dónde voy en una década: paso mucho tiempo preguntando e investigando sobre cuánto se necesita para montar un Lago, por dónde se empieza, cuántas chicas se necesitan«.

 

Ludmila confesó que si no le hubiesen propuesto aquel contrato en Chile cuando tenía 16 años habría dejado la danza y no habría hecho todo lo que hizo hasta ahora, «hubiera tenido una vida completamente diferente porque estaba a punto de dejar todo acá, no veía posibilidades ni camino, veía una pared«.

 

Y culminó relatando: «Me gusta vivir de forma intensa. No me llena humanamente la vida estereotipada del bailarín; más bien me hace sentir vacía, condicionada a una sola cosa, con un nivel intelectual bajo. Yo estoy pensando en el ballet y trabajando mucho, pero si no tengo tiempo de estar yendo a lugares, salgo mucho a través de la lectura, me instruyo. Leer me saca de ese mundo y me nutre».